
Imagen de un individuo con semblante fatigado y ansioso, reflejando el impacto del estrés en el bienestar emocional.
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Lic. Daniel O. Bustamante |
El estrés y sus consecuencias anímicas y corporales constituyen un factor determinante en el bienestar general de la persona. Cuando nos encontramos en situaciones que nos generan estrés, ya sea por presiones laborales, dificultades económicas, conflictos sociales o tensiones familiares, así como por factores internos como enfermedades orgánicas o limitaciones físicas, nuestro cuerpo y mente se ven afectados de manera significativa.
Cuando la tensión y el estrés persisten durante un período prolongado y superan nuestra capacidad de resistencia individual, podemos experimentar un agotamiento que repercute en nuestra relación con el entorno y en nuestro propio bienestar. Esto se manifiesta de diversas formas, desde cambios emocionales como irritabilidad e intolerancia ante situaciones adversas, hasta problemas cognitivos como dificultades de concentración, distracciones frecuentes y problemas de memoria.
Además de los efectos emocionales y cognitivos, el estrés y sus consecuencias pueden provocar molestias físicas, como problemas respiratorios, trastornos digestivos, alteraciones del sueño y tensiones musculares. En ciertos casos, el estrés crónico puede desencadenar cuadros reactivos más graves, como la depresión, especialmente en personas con baja autoestima y actitudes autocríticas.
Afortunadamente, muchas de estas afecciones pueden ser tratadas de manera efectiva a través de intervenciones psicológicas. Con el apoyo adecuado y el tratamiento profesional, es posible recuperar el equilibrio emocional y volver a disfrutar de una vida plena y satisfactoria.
Actualizado el 31 de marzo del 2024.
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