Lic. Daniel O. Bustamante |
El odio, el miedo y la desilusión moldean nuestras vidas, impactando nuestra naturaleza humana y dando forma a los vínculos sociales que creamos.
El deseo es como una moneda de dos caras: puede surgir del amor o del odio, y a veces puede meternos en problemas sin que nos demos cuenta.
En nuestra vida, todo está en constante movimiento, y nuestras emociones de amor y odio son como el motor que nos impulsa a actuar. Imaginémoslos como imanes que se atraen o se repelen mutuamente.
Cuando queremos algo con todas nuestras fuerzas, a menudo tenemos que luchar contra ese sentimiento de odio hacia cualquier cosa que se interponga en nuestro camino. También nos enfrentamos al miedo de no lograr lo que queremos y a la tristeza cuando nuestras expectativas no se cumplen.
En nuestra sociedad, a veces parece que mientras más frustrados estamos, más deseamos. Esto puede llevarnos a un ciclo negativo donde nos sentimos atrapados entre el odio, el miedo y la desilusión o tristeza.
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En lugar de culpar a los demás por nuestros problemas, deberíamos mirar hacia adentro y entender qué actitudes o creencias están limitando nuestras posibilidades. A menudo es más fácil echarle la culpa al mundo que enfrentar nuestros propios miedos y debilidades.
El odio, en dosis pequeñas, puede hacernos sentir enojados o molestos, pero también puede ayudarnos a alejarnos de personas o situaciones que nos hacen daño.
Es importante encontrar un equilibrio emocional y aceptar que el odio, en ciertas circunstancias, puede ser parte natural de nuestro crecimiento como personas. En lugar de reprimirlo, deberíamos escuchar lo que nos está diciendo y aprender de él.
Actualizado el 17 de marzo del 2024
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