Vivimos en un mundo efímero oscilando entre la pena y el miedo…
La humanidad surgió hace decenas de miles de años, sin embargo, nadie sabe la razón por la que naciste en esta época y no en otra, aquí y no en otro lugar. Solo sabemos que algún día te apagarás, y simplemente no estarás más, tal como no estuviste durante los milenios anteriores.
Somos “Seres Temporales”, todo es “por el momento”, “por ahora”. Nuestra juventud, belleza, inteligencia, memoria, fama y todo lo que imaginamos tener pero que en realidad no tenemos, ya que se va perdiendo en la medida en que nos vamos apagando.
Mientras en el año 2019 nos jactábamos orgullosos de nuestra “Confortable Tecnología”, ignorábamos que, al mismo tiempo, en algún lugar del planeta, alguien creía que podía jugar a los dados con Dios.
De un momento a otro todo cambió, comenzamos a perder lo que creíamos tener. Pasamos de las certezas a la incertidumbre, de la inmunidad a la vulnerabilidad. Buscamos héroes donde solo había víctimas de su profesión, trazamos desesperadas ecuaciones anticipatorias de sobrevivientes y fallecidos (COVID19).
Simplemente estábamos desorientados ante lo que derrumbó las apariencias y relatos. Separó a padres de hijos, abuelos de nietos, puso a esposos contra esposas, a países contra fronteras de países, gobernantes contra gobernados, hermanos contra hermanos, amigos contra amigos. Sumergió a eruditos en las aguas de su propia ignorancia.
¿Qué es “normal” y qué no lo es? ¿Vivir entre la pena y el miedo?…
Hoy vivimos entre la pena por lo que perdimos y el miedo ante la incertidumbre de lo que vendrá. Nos aferramos a vacunas que no nos inmunizarán de la real fuente del mal que nos amenaza. No es una molécula o parásito, sino que somos nosotros mismos.
Nuestra falsa creencia de imaginar saber “quienes somos” sin siquiera poder dar cuenta de “¿qué somos?”
Nos arrogamos el conocimiento de las intenciones del “otro” y de “los otros”, sin siquiera poder explicar la “razón profunda” de cada una de nuestras acciones.
Somos la “enfermedad” y la “cura” al mismo tiempo. El antígeno anida en nuestro interior.
Nos enfermamos por nuestra pretensión de controlar toda relación o vínculo individual, por esperar de personas respuestas que nunca llegarán, por crearnos obligaciones o responsabilidades imaginarias, por ignorar que nuestras “metas” son apenas provisorias, pues constituyen el pasaje hacia el siguiente nivel, por creer que nuestra forma de vivir es la única y sana forma de existir, menospreciando todo lo demás por ser diferente, por nuestra adicción al relato de personas que nos dicen solo aquello que queremos escuchar y nos convierten en objetos de su manipulación, garantizando futuras experiencias de decepción, por perdernos en ambiguos laberintos subjetivos, respirando angustia y ansiedad, ingredientes necesarios para los estados de estrés, depresión, ataques de pánico, obsesiones y otros males de nuestra cultura actual…
Nos debemos responsabilidad… Ahora somos parte de la vida… En un rato seremos apenas un recuerdo…
Actualizado el 8 de abril del 2024
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