Lic. Daniel O. Bustamante |
El trastorno Fóbico Social se ubica en la categoría de los trastornos fóbicos, y se caracteriza por una aversión marcada hacia cualquier tipo de interacción social. Esto representa un obstáculo para el desarrollo profesional y personal, así como el deterioro y pérdida de vínculos familiares y sociales en quienes lo experimentan.
Cuando en adultos persisten respuestas emocionales típicas de la niñez, surge la sospecha de la presencia de este trastorno. Ejemplo de ellas son la timidez o la ruborización frente a situaciones sociales, que afectan las relaciones interpersonales.
Entre los signos más comunes se encuentran el temor a ser criticado, humillado o ridiculizado por otros, acompañado frecuentemente de ruborización, aumento de la ansiedad, temblores, bloqueos en la comunicación verbal, sensación de parálisis e impotencia, así como la proyección de pensamientos negativos sobre uno mismo y disfunciones neurovegetativas como problemas estomacales, respiratorios o circulatorios.
En algunos casos, la inhibición social no tiene una historia evolutiva clara, surgiendo de manera inexplicable y angustiante en la vida adulta, afectando gravemente las relaciones sociales y profesionales, y a menudo asociada con una disposición depresiva. El recurso al alcohol, tabaco o drogas puede ser un indicador de estrategias compensatorias frente a las situaciones sociales temidas.
A pesar de los desafíos que presenta, es importante destacar que el trastorno fóbico social responde favorablemente al tratamiento psicológico. Este ofrece esperanza y la posibilidad de recuperación para quienes lo padecen, permitiéndoles desarrollar habilidades para afrontar las interacciones sociales de manera más efectiva y recuperar una calidad de vida satisfactoria.
Actualizado el 31 de marzo del 2024
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